viernes, 26 de febrero de 2010

Ley de Tránsito: valen todas las multas, digan lo que digan

Entre hoy y ayer ha habido todo un desmadre por la nueva Ley de Tránsito #NLT

Los periodistas contradicen al MOPT, el MOPT corrige a los periodistas, los especialistas dicen una cosa, los tráficos otra.

Digan lo que digan, lo único seguro por el momento es que la Ley fue publicada entera en el Alcance a La Gaceta del 23 de diciembre del 2008. Y por ende, rige completa.

Es discreción de cada oficial si multa o no por cinturones, sillas de bebé, extintores, botiquines, celulares o herramientas. Si no lo hace, pues, parte sin novedad. Y si lo hace, la Ley lo respalda.

No importa lo que diga el MOPT o Germán Marín, ellos no están por encima de la Ley.

Así que este fin de semana, a hacer conciencia de los hábitos de manejo, a estudiar la Ley, y a equipar el carro. Porque hecho el parte, nadie nos va a salvar de nada.

En guerra avisada, no muere soldado.

domingo, 21 de febrero de 2010

Cárcel para los borrachos al volante?

Cómo es que de repente el ir borracho al volante pasó de ser un pecado mortal a ser una ofensa menor, cuyo castigo tiene que ser una palmadita en la mano y que le digan a uno "no lo vuelva a hacer"?

El año pasado cuando entró a escena la nueva Ley de Tránsito el ir borracho al volante era inaceptable. Casi que un crimen: digno de multas, suspensión de la licencia y meses de cárcel o servicio obligado a la comunidad. Y con buena razón: no hay ni que empezar a referirse a los cientos de accidentes, muchos graves, ocasionados en este país por gente tras el volante, pasada de tragos. Ya los costarricenses estábamos cansados, y queríamos una solución definitiva y real al problema.

Ahora parece que todo eso cambió. Y los diputados alegremente están recetando rebajos en multas, cambios en el texto de la ley, y lo más serio de todo: perdón para los conductores borrachos. Ahora resulta que ya no va a ser un delito pagado con cárcel el andar borracho tras el volante, por lo menos no la primera vez.

Qué cambió respecto al año pasado? No mucho. Los borrachos tras el volante siguen siendo un peligro. Siguen generando accidentes. Siguen agarrándolos en hordas cuando hacen retenes de tránsito. Pero ahora curiosamente tienen el beneplácito de muchos diputados para seguir en su fiesta y en su irresponsabilidad.

Por un minuto, en la Asamblea deberían olvidarse de todo lo que se está diciendo en torno a esta Ley y preguntarse: qué es lo que estamos tratando de hacer? La respuesta: estamos tratando de evitar que más gente muera en carretera, a raíz de irresponsables que toman el volante pasados de tragos. Estamos tratando de hacer que la gente entienda que viajar a 90 kph dentro de 2 toneladas de acero es algo serio, y cuando uno está inhabilitado mentalmente para hacerlo no es simplemente de decir "macho que se respeta" y ver qué pasa.

Y bajo esa óptica, a los borrachos que conducen no se les puede estar perdonando. Ni siquiera por ser la primera vez. Porque esa "primera vez" puede significar que alguien pierda la vida. Aquí no pueden haber cuentos de reincidencias, ni razonamientos de en qué punto un borracho deja de "estar bien" para manejar.

Ya la gente habló. No queremos borrachos tras el volante. No queremos gente que tome y maneje. Para eso existen los taxis, los choferes designados, los choferes de alquiler. No hay mas vueltas que darle al asunto: el que toma, no puede manejar, y punto. Y si se va de necio a poner en peligro su vida y la de los demás, tiene que ir a dar a la cárcel, a donde no pueda lograr su objetivo.

lunes, 15 de febrero de 2010

Cuánto vale el tiempo libre?

"Mae, pero si es buen negocio. Por escuchar una charla le regalan el tour, la entrada y el desayuno. Es buen toque para cuando uno va de vacaciones"

Me imagino que más de uno ya sabrá de lo que estoy hablando. Si, de esa catastrófica industria de los tiempos compartidos, que aparecen de la nada cuando uno decide irse de viaje y ofrecen cielo y tierra, si tan solo "nos regala una hora de su tiempo".

Por lo menos es la tercera vez que escucho a alguien contarme de ese gran negocio. Van a irse de viaje e invertir una mañana en una "charla" a cambio de que le regalen tiquetes para las atracciones locales, y así se ahorran "un platal". Y todos dicen lo mismo: el juego es muy fácil, uno va, se sienta, y simplemente dice que no a todo, hasta que después de 5 horas se cansen y le den a uno los tiquetes.

Interesante noción la que se tiene la gente del tiempo libre, la noción tradicional de que ese tiempo no vale nada, y si se puede "poner a producir algo", mejor. Como se habrán podido imaginar, la noción tradicional está incorrecta, y en realidad el tiempo libre es el tiempo más valioso que existe.

Por qué? Porque resulta que el tiempo libre le pertenece a uno, y las únicas reglas que lo rigen son las que uno decida. En el otro caso, el tiempo pertenece a la empresa o al cliente, y uno está sujeto a lo que determinen ellos que tiene que hacerse con ese tiempo.

Tras de eso, el tiempo libre es recurso escaso. Menos de un 30% de nuestro tiempo es realmente nuestro. Y los bienen escasos, por supuesto, valen más por ser pocos. De hecho la sociedad valora el tiempo libre en un precio mayor al del tiempo laboral. De un 50% a un 100% más caro es lo que dicen las leyes.

Por lo cual, bajo esa perspectiva, estas "conferencias premiadas" son muy mal negocio. Nos quitan tres, cuatro y a veces hasta 6 horas de nuestro tiempo más valioso, y a cambio nos dan premios que valen una fracción de nuestro tiempo libre.

O si quieren verlo de otra manera, hagan un cálculo simple. Si ustedes gastan $3.000 en irse 5 días a pasear, y duermen 8 horas diarias, eso los deja con 80 horas. En otras palabras cada hora despiertos, les cuesta $38. Si dedican 4 horas a escuchar a un vendedor, acaban de invertir $150... y a cambio les dan tiquetes valorados en más de .... $40?

Qué era lo que decían del negociazo de ir a escuchar la charla?

viernes, 12 de febrero de 2010

Están muertas las horas extra?

En el mundo actual, muchas cosas han cambiado. Vivimos en un ambiente laboral que ni remotamente se asemeja al que vivieron las generaciones anteriores. Los negocios han cambiado de nombre, de reglas, y de personajes.

Y reflexionando al respecto, he llegado a una idea interesante. En el mundo moderno, las horas extra están destinadas a morir.

Llevo muchos años de estar trabajando, y no puedo recordar una vez que haya recibido un cheque que incluyera "tiempo extra", "fines de semana", o "feriados dobles". Y tampoco es que he trabajado fabricando zapatos en Asia, he trabajado como cualquier otro tico en empresas comunes y corrientes. Solo que en ninguna parte ha existido política de horas extra. De hecho, no ha existido política de horas del todo. Salvo el contrato tácito de horarios que hace uno siempre.

Supongo que será otra consecuencia interesante de la "industria del conocimiento". En esta industria el tiempo no se valora como tal, sino que el valor es en función de lo que finalmente se produce. Más bien el invertir un montón de horas no necesariametne es señal de un trabajador muy esforzado y dedicado, sino generalmente es señal de un trabajador ineficiente, que ocupa capacitación para usar mejor sus destrezas.

Ese es el mundo hacia el que vamos, un mundo donde las horas invertidas serán irrelevantes. Y donde eventualmente los horarios también lo van a ser. Y si no me creen, vean a las nuevas generaciones, para las que horas trabajo y vida personal coexisten pacíficamente, sin que haya un límite claro entre uno y el otro.

Es bueno o malo? Yo pienso que, al fin y al cabo, es bueno. Si, eventualmente vamos a salir por dentro con el tiempo extra, pero al mismo tiempo se nos va a compensar con horarios más flexibles y más tiempo para invertir en lo que nos interesa, y en donde nos interese. Probablemente a las generaciones de la posguerra les aterrorice el concepto de no estar atados rígidamente a leyes blanco y negro, pero para los que ya aprendimos a lidiar con eso, no hay nada como la "nueva industria" de la información y el conocimiento.

Eso sí, hay que aprender a administrar el tiempo muy bien. Porque en esta industria, las horas extras no se pagan.

jueves, 4 de febrero de 2010

Los agredidos en Caccio´s y la seguridad privada

Fijo ya no es nada nuevo para los que leen blogs la historia de como los guardas en Caccio´s Moravia tiraron al suelo a una pareja, les pegaron, y (supuestamente) le robaron la cartera y las pertenencias a una de las víctimas. En los últimos días ha sido tema frecuente en un montón de blogs, y al final me encontré con ganas de comentar en tantos lados, que mejor hago un post yo.

Robert McNamara decía que una de las lecciones más importantes que aprendió en su vida es crear empatía con el enemigo: por unos minutos, ponerse en los zapatos del otro y tratar de entender su posición.

Eso me parece que es lo que ha faltado en el análisis de este caso. Ponerse por un instante en los zapatos de los guardas del bar. Es muy fácil tirarse a criticar la seguridad privada, y sacar todas las frustraciones acumuladas que han tenido que ver con los mastodontes que cuidan las puertas y que demuestran a todo color la definición de arbitrariedad. También es muy fácil, post-hecho, decir que las leyes y los tribunales y el debido proceso.

Pero alguien ha pensado alguna vez a qué se enfrentan esos guardas de los bares? Si no lo han hecho, los invito a que lean La Extra o página de sucesos de La Nación un rato. Básicamente la labor de esos tipos es servir de disuasivo, pero si al final eso no funciona, les toca enfrentarse al que se haya pasado de la raya.

Y cualquiera que haya frecuentado ese ambiente nocturno de los bares sabe que enfrentarse a alguien es una ruleta rusa. Porque cuando aparece un pleitero, detrás de él vienen 5 más. Y además siempre están los viejos amigos que abundan en los bares: la pistolas y los cuchillos. Así como alguien puede disculparse y seguir su camino, otro puede sacar un arma y disparar a donde primero crea conveniente.

Piénsenlo por un instante. En un bar, a las 11 de la noche, les dicen que un tipo se quiere robar un vaso. Lo enfrentan, y en vez de aclarar el asunto el tipo los agrede. Si ustedes son la seguridad, a partir de ahí pueden esperar cualquier cosa. Y si se ponen a pensar qué será lo correcto, están muertos. Hombre, mujer, culpable o no, si está dispuesto a agredirlos tienen que asumir que está dispuesto a quitarles la vida. Lo único que queda es bajarlo, y asegurarse de que el tipo, y la tipa, se queden abajo.

Si fueran ustedes, qué harían? Tratar de razonar con alguien, probablemente alcoholizado, violento y que acaba de atacarlos?

Me encantaría decir que esa debió haber sido la solución. Pero no. En un bar a las 11 de la noche esa no es la solución.

"Pero es que se abusaron y le siguieron pegando en el suelo" dicen muchos. Pero ahí entramos a otro desafortunado tema de nuestra sociedad. En este país la justicia no castiga a los ladrones ni a los pleiteros. Una vez un gerente de tienda me contó como es la cosa: "si usted agarra a alguien robando y llama a la patrulla, primero no llegan, si llegan lo mandan a usted a hacer papeleos y a las 2 horas sueltan al tipo, y tras de todo le decomisan la mercadería porque es evidencia... y nunca la devuelven. Es mas fácil sacar al tipo atrás, pegarlo 10 minutos, y nadie vio nada".

Si el tipo se estaba robando una jarra, Caccio´s no iba a ganar nada siguiendo el "debido proceso" de llamar a la policía. Y el de seguridad tampoco iba a ganar nada denunciando que le habían escupido. "Mas fácil" agarrar al tipo y demostrarle por qué no hay que hacer esas cosas.

No estoy diciendo que se haya actuado bien, o que no se haya actuado contra lo establecido por la Ley. Ni tampoco pienso que los responsables deban irse libres de toda culpa. Me parece muy bien que el asunto salga a la luz, y que se pongan las denuncias correspondientes, y que Caccio´s responda ante los Tribunales de Justicia y repare el daño hecho (porque según entiendo al final nunca encontraron la famosa jarra robada).

Pero me parece que también hay lecciones muy importantes que aprender, si tan solo cambiamos de perspectiva por unos minutos. La realidad es que el mundo de los bares es otra cosa totalmente, y los que decidimos recorrerlo tenemos que entender que ahí se juega con reglas muy diferentes. Y esas reglas no van a cambiar, por lo menos mientras no cambie nuestra sociedad.

Es triste y frustrante, pero así es la cosa.

martes, 2 de febrero de 2010

La administración de riesgos en los proyectos

Todo proyecto tiene asociada una serie de riesgos. Las definiciones específicas varían de persona en persona, pero una de las más aceptadas es que un riesgo es cualquier cosa que pueda evitar que un proyecto llegue a sus metas de costo, tiempo y calidad. Al hacer un trabajo, especialmente al inicio, nunca se puede estar totalmente seguro de qué va a pasar y cómo.

Que lo digan los que trabajan en construcciones donde haya que excavar. Por más estudios y planes que se tienen, nunca se puede estar 100% seguro de lo que se va a encontrar cuando se levante la pala: desde vasijas indígenas hasta líneas de fibra óptica.

Los riesgos de excavación son un tipo de riesgo particular. Pero también existen muchos otros. Hay riesgos financieros, que pueden elevar costos y disminuir ganancias. Hay riesgos administrativos, que pueden generar atrasos que nos eviten entregar algo a tiempo. Hay riesgos ocupacionales, que pueden terminar con alguien lesionado o muerto. Cualquier cosa que nos pueda evitar llegar a la meta, puede ser considerado un riesgo.

Siempre se nos ha enseñado a ocultar los riesgos detrás de un telón llamado "suerte". Nos han enseñado que las cosas se hacen, y si apareció algo inesperado, es mala suerte y no pudimos haberlo previsto. Eso ocasiona que muchas veces se nos hagan difíciles los negocios y proyectos: porque resulta que el cliente no quiere correr riesgos, quiere que todos los maneje la empresa o el profesional.

Lo cual es válido. Dice la teoría que un riesgo puede ignorarse, preverse, mitigarse o transferirse. El cliente simplemente nos transfiere todo el riesgo a nosotros, y que nosotros veamos a ver qué hacemos.

De nuestro lado, a la hora de hacer cualquier cosa, tiene que existir un análisis de riesgos muy cuidadoso. Y no solo de los riesgos que sean evidentes, sino que hay que pensar incluso en aquellos que parecen insignificantes y remotos. Considerar la posibilidad de que se incendie la oficina de proyecto? Puede parecer ridículo, pero más de uno podrá contar como no parece tan ridículo, después de que se deja un coffee maker encendido y a la mañana siguiente aparecen reportes, estados financieros, y documentos de oferta empapados e ilegibles gracias al sistema de rociadores.

Existen varias metodologías para evaluar y planificar riesgos, con o sin análisis matemático. En general todas se reducen a lo mismo: hacer un listado de todos los posibles riesgos sin importar qué tan pequeños parezcan, evaluar cada uno, y clasificarlo de acuerdo con la probabilidad de que ocurra y la severidad del daño que generaría. De esta manera se obtiene una lista de amenazas en donde se puede ver cuáles son las importantes, y cuáles no tienen mayor importancia.

El error que cometen muchos al usar estas metodologías es que nunca pasan a la siguiente etapa: monitoreo y retroalimentación. Durante un proyecto las cosas cambian, y por ende los riesgos cambian. El riesgo de un incendio es insignificante durante la etapa de órdenes de compra, pero en la etapa de almacenamiento de mercadería si se vuelve crítico. Cuando se pasa a una nueva etapa, necesariamente hay que revisar la lista de riesgos y actualizarla para que refleje el estado actual de las cosas.

Generalmente cuando ocurre un desastre y "nadie se lo esperaba", es señal de que las condiciones cambiaron y la lista de riesgos no se actualizó. El cambio pasó por los radares y nadie le prestó atención ni le avisó a nadie más, y finalmente ese cambio detonó una cadena que terminó en desastre.

El manejo de riesgos es un proceso continuo, que inicia con el proyecto, crece con el proyecto y muere con el proyecto. Es la única forma de poder estar preparados (casi) para cualquier eventualidad, y que no seamos una víctima más de la Ley de Murphy.